Comentario: BISONTE RECOSTADO DE ALTAMIRA.
Imagen pictórica característica del arte parietal del Paleolítico Superior, que se desarrolla principalmente en el occidente europeo.
Se trata de una representación animalística caracterizada por su realismo visual, como se observa del mimetismo con que el autor trabaja la figura del bisonte recostado, que denota además un gran conocimiento del animal y de su comportamiento. Es una figura de gran formato, aislada (aunque forme grupos) o yuxtapuesta, dibujada mediante una gran brocha de cerdas o crin con un trazo exterior negro y retocado en su interior con colores rojos, ocres o violáceos, a base de pigmentos minerales (negro manganeso, carbón y óxidos de hierro) y aglutinantes de grasa animal o vegetal. La policromía y la adecuación del perfilado al relieve del soporte contribuyen a dinamizar y dar volumen a la imagen, reforzando su aproximación al natural.
Su significación ha sido objeto de numerosas interpretaciones a lo largo del tiempo. Los primeros ejemplos hallados en el siglo XIX se relacionaron con el descubrimiento del placer estético: “el arte por el arte”. A lo largo del siglo XX se han ampliado dichas interpretaciones desde la “magia simpática” propiciatoria de la caza, hasta la representación de los géneros: femenino-masculino, que aludiría a la continuidad tribal. Más recientemente algunos autores han aludido al carácter individualizado de estas pinturas que serían símbolos rituales o metafísicos de difícil interpretación.
La mayor parte de estos yacimientos, y sin duda los principales: Lascaux y Altamira, han sido encontrados en Aquitania (sur de Francia) y en el norte de España, por lo que tradicionalmente se relacionaron con una Escuela Franco-cantábrica. En la actualidad, la aparición de ejemplos en zonas alejadas de las comentadas (Andalucía, la Meseta) han desechado esta hipótesis, aunque se hay mantenido su denominación.
La imagen representada es concretamente el bisonte recostado de la gruta de Altamira (Cantabria), descubierta a finales del siglo XIX por Marcelino Sanz de Sautuola. Se adcribe al periodo magdaleniense hacia el año –15.500 (datación aproximada obtenida con método C14 sobre materiales asociados).
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