UNIDAD 2. EL ARTE CLÁSICO: GRECIA.

2.1. GRECIA, CREADORA DEL LENGUAJE CLÁSICO.
El arte griego es la expresión estética de una civilización que rompe con las formas tradicionales del pensamiento mítico, iniciando el camino hacia la racionalidad que solemos considerar como el soporte de nuestra propia civilización. Desde esa racionalidad, la belleza deja de ser algo abstracto y se concibe como un sistema de medidas y proporciones en el cual el hombre se convierte en referente principal.
A pesar de ello, el arte griego no es totalmente original: Egipto, Mesopotamia y las civilizaciones prehelénicas (cretense y micénica) le prestaron buena parte de sus viejas fórmulas plásticas; la innovación del artista griego residió en reinterpretarlas desde la reflexión, el antropomorfismo y su marco social: la polis, los sistemas de gobierno de éstas y una religión menos dogmática y más libre.

2.1.1. Algunos rasgos del arte griego.
Como hemos dicho, el arte griego, en mayor medida que las manifestaciones artísticas anteriores, está directamente vinculado a su sociedad. Por eso, va más allá de los aspectos puramente religiosos, funerarios o palaciegos, siendo expresión de una realidad plural –ideológica y formal- muy compleja. Sus aspectos más característicos son:
a)     La dualidad entre el Pathos (caos) y el Ethos (orden). El primero representado por las divinidades míticas y el segundo por el hombre que es capaz de racionalizar sus actuaciones (logos). La tendencia debe ser superar el caos para conseguir el orden.
b)     El orden se entiende como base del ideal de belleza espiritual: “la medida y la proporción realizan en todas partes la belleza y la virtud” (PLATÓN. Fitebo). Y se concreta en los siguientes conceptos: symmetria,  rhythmos (proporción), armonía y equilibrio.
c)      Estos conceptos deben ser aplicados por la lógica humana. El hombre se convierte en la medida de todas las cosas (antropocentrismo). La lógica impone que todas las formas sean analizadas a partir de sus componentes siguiendo un criterio matemático (pitagorismo).
d)     Con ello se consigue representar lo específico a la luz de lo genérico, es decir, buscar las formas esenciales,  prescindiendo de los errores que comporta la naturaleza. A pesar de ello se es consciente de la imposibilidad de conseguirlo en su totalidad debido al carácter técnico de los oficios artísticos.

2.1.2. Evolución histórica del arte griego.
Se desarrolla a lo largo del primer milenio aC. y hasta la romanización de Grecia, coincidiendo con la consolidación, esplendor y decadencia de la civilización griega. Se pueden distinguir tres periodos evolutivos que coinciden con otras tantas etapas históricas:
a)       La Época Arcaica. En sentido amplio abarca desde el final de las culturas del Bronce en Micenas (s. XII aC) hasta las invasiones persas (inicios del s. V aC). Se sistematiza el conocimiento técnico de los materiales, asimilando ideas y métodos procedentes del exterior. Se distinguen dos momentos: Geométrico  (Oscuro) y Arcaico.

b)       La Época Clásica. Se desarrolla desde la derrota persa hasta la muerte de Alejandro Magno (ss. V-IV aC. aprox). Se pasa del interés por hacer al interés por ser, culminándose el proceso creativo de la civilización griega: la conceptualización de la belleza.
c)        La Época Helenística. Desde la muerte de Alejandro hasta la romanización (ss. III y II aC. aprox). Se trata de un periodo de eclecticismo y experimentación hacia un mayor realismo, basado en el mecenazgo privado.

2.2.        CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA ARQUITECTURA GRIEGA.
Es adintelada, sencilla, armónica y de dimensiones humanas. Emplea la piedra en los edificios nobles y el mampuesto, el adobe y la madera para los edificios familiares. En general, las formas arquitectónicas quedan definidas en la época arcaica, siendo perfeccionadas durante el periodo clásico y se diversifican en el helenismo. El origen de la arquitectura monumental hay que buscarlo en el plano de la religión y dentro de ella en el templo.

3.2.1. El templo.
Se concibe como lugar destinado a la escultura del dios, alzado sobre un solar sagrado: el témenos. Su ubicación se asoció siempre a lugares de especial significación natural.  Los primeros templos fueron realizados en madera, con un precedente remoto en el mégaron micénico. A lo largo del siglo VII aC. se fue introduciendo la piedra en su construcción, primero en el interior y más tarde en el orden de columnas. Al mismo tiempo la cella fue compartimentándose en diferentes estancias hasta llegar a la solución canónica: pronaos (vestíbulo), naos o cella (templo propiamente dicho) y opistódomos (sala destinada al tesoro y depósito de exvotos).
El templo se convirtió desde antiguo en la imagen arquitectónica de lo griego. La arquitectura templaria debía responder, por ello, a unos esquemas de construcción homogéneos que reprodujeran la misma tipología de edificios en lugares muy distantes. Por eso, surgen y se consolidan los órdenes arquitectónicos, conjunto de elementos constructivos que regularizan las edificaciones conforme a su proporción y armonía. Los dos más empleados fueron el dórico y el jónico, y desde de la época clásica un tercero: el orden corintio.
El orden dórico es el más antiguo de todos y debe su nombre a que la tradición lo consideraba una creación de los dorios, pueblo severo y disciplinado, habitantes del Peloponeso y la Magna Grecia. Se caracteriza por su robustez; carece de basa y posee un capitel formado por ábaco y equino.
El orden jónico nació y fue característico de las islas y costas de Jonia (Asia Menor), donde alcanzó su mayor monumentalidad y difusión. Se trata de un orden de inspiración naturalista con el que intentaba plasmar la suavidad y belleza del cuerpo femenino. Sus columnas tienen basa y un capitel formado por volutas enfrentadas.
El orden corintio –el último en aparecer- es en realidad una variante ornamental del anterior, del que sólo se distingue por sus dimensiones más esbeltas y por la utilización de un capitel conformado por dos filas de hojas de acanto superpuestas.

3.2.2. Evolución de la arquitectura y el urbanismo.
A)    La época arcaica.
Siguiendo la tradición micénica, las primeras polis griegas se concibieron como ciudades-estado independientes asentadas en acrópolis. La consolidación del sistema de polis durante el s. VII aC. permitió el desarrollo de un tejido urbano perimetral que paulatinamente fue dotándose de diversos servicios y reduciendo la acrópolis a un simple recinto sagrado. El trazado urbano fue centralizándose en el ágora, convertida en lugar de actividad política y social. En su entorno se levantaban los principales edificios públicos: el Pritaneo (sala de gobierno de la ciudad), el Bouleuterion (sala de reunión del Consejo), etc. Con el tiempo proliferaron también las palestras (recinto para practicar la lucha) y ya en época clásica los teatros. El templo se levantaba frecuentemente en la acrópolis. Hacia el año 600 aC. el dórico estaba ya perfilado en el Peloponeso y se extendía por el continente griego. De esta época es el templo de Hera en Olimpia. A mediados del siglo VI, la Grecia oriental y las islas egeas conocen la expansión del orden jónico en templos colosales como el Artemisión de Éfeso.
B)      La época clásica.
La arquitectura de este periodo estuvo condicionada por los acontecimientos históricos que la precedieron: Las Guerras Médicas. Este hecho se traduce en la planificación de las nuevas ciudades conforme a un trazado reticular debido a Hipódamos de Mileto. Las calles se cortan en ángulo recto favoreciendo la salubridad y las comunicaciones con el ágora y los principales edificios que se sitúan en un lugar preferente centralizado. En lo arquitectónico asistimos a un primer periodo de austera grandiosidad, ejemplificada por el orden dórico canónico y solemne del templo de Zeus en Olimpia. Sin embargo, el clasicismo en la arquitectura debe asociarse a la figura de Pericles y a las obras para el embellecimiento de la acrópolis de Atenas.
Durante el siglo IV aC. la arquitectura griega pierde el equilibrio clasicista, como consecuencia de la crisis ideológica que había supuesto la Guerra del Peloponeso.  Aparecen nuevos modelos de templos, como los Tholos –templos circulares- de Marmaria en Delfos, Olimpia y Epidauro. De esta época son también los grandes teatros, como el de Epidauro.
Los teatros construidos resultaron de la evolución de los espacios naturales (vaguadas, laderas de pequeños montes, etc.) aprovechados inicialmente para la celebración de las fiestas en honor a Dionisos. Se organizaban en torno a un espacio circular central, la orchestra, lugar donde bailaba y cantaba el coro, y alrededor del cual  -formando una herradura- se disponía el theatron (“desde donde se mira”) o cavea, graderío destinado al público. En el lado opuesto se situaba la escena, que ejercía las funciones de vestuario y almacén. Con el tiempo, las representaciones se trasladaron a la escena, adquiriendo protagonismo el proscenio, una plataforma elevada que ponía en relación la orchestra y la escena. Al estar siempre construidos en las laderas, el acceso se realizaba a través de sendas puertas laterales denominadas parodos, situadas entre la cavea y la escena.  
Finalmente, surgieron también a fines del siglo los primeros monumentos funerarios de importancia como el sepulcro de Carias Mausolo en Halicarnaso, que utilizando los órdenes como recurso decorativo anuncia la proximidad del dinamismo helenístico.
C)      La época helenística.
El Imperio de Alejandro supuso la aparición de un Estado de dimensiones colosales del que surgirán, tras su muerte, un sinnúmero de reinos helenísticos. Los nuevos soberanos desarrollarán programas constructivos de carácter áulico. La racionalidad y el equilibrio dejan paso a la monumentalidad y el asombro. El plano hipodámico se extiende por las nuevas ciudades, que se engrandecen con edificios públicos: stoas, palacios, bibliotecas, faros, etc. Los templos pierden su mesura y proporción humana, como demuestra el Olimpeion en Atenas o adquieren formas inusuales, como en el caso del Altar de Zeus en Pérgamo, donde se transgreden los órdenes a favor de los efectos de teatralidad. Tras la invasión de Roma a mediados del s. II aC., la arquitectura helenística se funde con la romana.

2.3. LA ACROPOLIS DE ATENAS.
Sin embargo, el clasicismo en la arquitectura debe asociarse a la figura de Pericles y a las obras para el embellecimiento de la zona más noble de la ciudad de Atenas: LA ACRÓPOLIS.
Gracias al prestigio político obtenido con la victoria sobre los persas (confirmada por la paz de Calias de 449 aC.) y al control económico del tesoro y los tributos de sus aliados, Pericles desarrolla un programa de reconstrucción de la Acrópolis –arrasada durante la guerra- llamado a convertirse en el modelo de la nueva Grecia y en la culminación de la serenidad y emoción contenidas como reflejo de la plenitud interior que es el clasicismo. Para el embellecimiento de la Acrópolis, Pericles contó con el talento del escultor Fidias, al que nombró inspector de todas las obras y con la colaboración de los mejores arquitectos de la época: Ictino, Calícrates y Mnésicles.
Los dos primeros fueron los autores de la construcción más emblemática de la cultura griega: El Partenón, entre el 447 y el 438 aC., dedicado a la diosa Atenea Parthenos (Atenea virgen), como símbolo inequívoco del prestigio ateniense. Es un templo dórico octástilo y períptero. Tanto en su estructura como en sus detalles ornamentales se aprecian influjos de las corrientes jónicas (Atenas había sido habitada por los jonios, algo de lo cual los atenienses se sentían orgullosos por diferenciarlos de las demás polis del continente), así como una constante preocupación por los efectos ópticos y de perspectiva que se plasmaron en la curvatura de los elementos horizontales, la inclinación de los verticales y el aumento del volumen de las columnas exteriores, innovaciones técnicas que confieren al conjunto una sorprendente impresión de armonía y plasticidad. Su cella, cuya altura alcanzó los 19m, estaba dividida en forma de U por una fila continua de dobles columnas dóricas superpuestas que creaban el escenario propicio para el depósito de la colosal imagen criselefantina de la diosa Atenea, una de las obras más famosas de Fidias y de toda la Antigüedad. Tras ésta, y sin comunicación interior se situaba el opistódomos, la cámara de las doncellas (estancia que originalmente recibió la denominación de partenón), con cuatro columnas jónicas en su  interior y destinado a albergar los exvotos del templo y el tesoro de las polis aliadas. El Partenón representa la culminación de la arquitectura griega: la simetría, el ritmo, las dimensiones humanas y la proporción (en todo el edificio con un ritmo 4:9 de evocación aúrea), están aquí llevados a su máxima perfección.
Un año después de la conclusión del Partenón se inicia la construcción de los Propileos (437-433 aC.), la entrada monumental de la Acrópolis, concebida por Mnesikles con la magnificencia que merecía tan noble recinto y siguiendo esquemas micénicos.
Poco más tarde y después de superar una serie de problemas relacionados con la terminación de las obras de los Propileos y el estallido de la Guerra del Peloponeso, se construye el pequeño templo jónico de Atenea Niké (Atenea victoriosa), conocido también como el templo de la Niké Aptera (Victoria sin alas), para significar que el genio caprichoso de la victoria nunca abandonaría la polis ateniense. Se retomaba así –con una clara intencionalidad política- un viejo proyecto de Calícrates que fue abandonado por la construcción del Partenón. Para reafirmar su significación fue inaugurado en el 421aC., coincidiendo con la paz de Nicias y ocho años después de la muerte de Pericles.
También en el 421 aC. comienza la construcción del último gran templo de la Acrópolis: el Erecteión (421-406 aC.), atribuido a Mnésikles por lo delicado de su estilo. Es, sin duda, el más complejo, por tener que salvar importantes desniveles que no podían ser modificados debido al simbolismo religioso del terreno y porque debía servir para venerar a las divinidades y héroes que tenían algo que ver con Atenas a modo de panteón: Atenea, Poseidón, Erecteo, Cecrops, etc. Además, se construyó en orden jónico para rivalizar con el próximo Partenón. El edificio se concebía como un templo tradicional de planta rectangular y orientado de Este a Oeste, aunque con tres pórticos, cada uno situado a distinto nivel, por exigencias del terreno y por respeto a los puntos que eran motivo de veneración. El inferior, al norte, es un pórtico tetrástilo que conduce al santuario de Poseidón-Erecteo, donde el dios había golpeado la roca con su tridente y donde tenían lugar ancestrales cultos a la tierra. La parte oriental, sensiblemente más elevada, presentaba un pórtico hexástilo y se dedicaba a la Atenea polías (Atenea ciudadana). Hacia el sur, frente al Partenón, se elevaba un tercer pórtico, en realidad una tribuna-balconada sustentada por seis cariátides (estatuas-columna femeninas) atribuidas al escultor Alcamenes, discípulo de Fidias. Frente a la elegante sencillez del Partenón, el Erecteión aporta una mayor riqueza y variedad decorativa que anticipa la arquitectura del s. IV aC.
La elección del orden jónico en los dos últimos –que Fidias había reducido a detalles decorativos en el Partenón- debe entenderse como una reafirmación de lo ateniense en la lucha por la preeminencia de la Hélade.

2.4. CARACTERÍSTICAS Y EVOLUCIÓN DE LA ESCULTURA GRIEGA.

La escultura alcanza una importancia extraordinaria dentro del arte griego, tanto por las novedades que introduce como por servir de referencia formal a toda la estatuaria posterior. Ya es significativo que a la arquitectura se le asignen “valores escultóricos”, lo que confirma que la escultura tuvo una preeminencia fundamental en el contexto del arte griego, como demuestra la especial consideración de los escultores por encima del resto de los artistas y el hecho de que los griegos intentasen expresar a través de ella su sensibilidad y su ideario de belleza.
Esencialmente se trata de una escultura antropomórfica, que exalta el ideal del hombre perfecto a través de la armonía y la proporcionalidad del cuerpo, a la que se añade una perfección espiritual representada por su abstracción expresiva. Se trabajan distintos materiales, siendo los más significativos el bronce y el mármol, y diferentes tipologías, pudiendo encontrar interesantes ejemplos exentos, así como de relieves asociados a las grandes arquitecturas.
A)     La escultura arcaica.
El origen más remoto de la estatuaria griega hay que buscarlo en las viejas y veneradas imágenes de madera (xóanas) de las que nos hablan las fuentes. Posiblemente se tallaron en madera de árboles considerados sagrados para, más tarde, repetirse en ídolos de terracota y piedra caliza, primero, y bronce y mármol, después. A estas primitivas esculturas se le fueron añadiendo rasgos derivados del contacto con otras civilizaciones como consecuencia del proceso de colonización, fundamentalmente Egipto. La escultura egipcia se impuso así como punto de partida para la estatuaria griega, aunque los artistas helenos no tardaron en adecuar dichos modelos a su peculiar sentido de la belleza formal y de la proporción, concebida en este primer momento del arte griego como una lucha de opuestos.
Quizá por eso, los motivos que barajaron los escultores en un primer momento fueron poco variados y contrapuestos: el joven atleta desnudo (kouros) como tema predilecto; la mujer joven vestida (koré); y en menor medida, figuras de monstruos mitológicos y animales. Kouroi y korai poseen un sentido genérico y ambiguo. Son estatuas de varonía o feminidad, representados en la flor de la vida. Y así, adquieren múltiples funciones: son imágenes adecuadas para representar a un dios –Apolo o Atenea-, pueden ser exvotos agradables para la divinidad, representaciones de imágenes para una tumba, a símbolos identificativos de una ciudad, de un linaje familiar o de una victoria. Todas ellas son figuras arquetípicas, volumétricas y de gran geometrismo; acusan una pronunciada frontalidad y destaca sobremanera el tratamiento de unos rostros estereotipados de ojos globulares y sonrisa enigmática. Los modelos masculinos iniciales suelen ser de grandes dimensiones y rasgos muy acusados (como por ejemplo la pareja de Cleobis y Bitón del museo de Delfos), evolucionando con el tiempo hacia medidas más próximas al natural y una mayor delicadeza en el tratamiento de las anatomías y la musculatura (caso del kuros de Anavyssos). Los modelos femeninos, son de menor tamaño del natural, evolucionando desde las formas más austeras de la Dama de Auxerre (s. VII aC.), hasta las más insinuantes de la koré del Peplo o las korai del museo de la Acrópolis.
Derivadas de estas esculturas son aquellas que introducen escenas con animales, dotándolas de una incipiente narrativa, como el oferente del carnero o Mocóforo, o el jinete Rampin sobre su caballo.
Al margen de estas esculturas que caracterizan el periodo, no debemos olvidar la existencia de una estatuaria asociada a las estelas funerarias, así como la ejecución de los primeros programas decorativos de las grandes arquitecturas: tímpanos, metopas y frisos.
B)      La escultura clásica.
En la primera mitad del s. V aC. se asiste a una evolución de la escultura que va a liberarse progresivamente de la rigidez y el estatismo del periodo arcaico, desarrollando pautas y criterios más ágiles y dinámicos que anticipan lo que habrá de ser el pleno clasicismo de la mitad del siglo. A este periodo se le denomina periodo o estilo severo, que se refleja en los rostros serios y ensimismados de los personajes representados, llenos del ethos o solemnidad que subyace de las repercusiones que los efectos de las Guerras Médicas dejan traducir en el arte.
Frente al auge del mármol en la época arcaica, el siglo V desarrolla las técnicas del bronce para la escultura exenta. Se aplica ahora el procedimiento llamado a la cera perdida: el bronce fundido sustituía a la cera derretida, previamente introducida en un núcleo de arcilla. Entre las esculturas de bronce cabe señalar el célebre grupo de los Tiranicidas Harmodio y Aristogeitón, el dios hallado junto al cabo Artemisión, Poseidón o Zeus para otros autores, y el célebre Auriga de Delfos. La figura del auriga guía serenamente su cuadriga tras la carrera en el solemne momento del triunfo. Su actitud contenida y su rostro evocan el ethos y la concentración reservada típica del estilo severo, vuelto levemente hacia un lado, indican la árete, la virtud, propia del vencedor atlético.
A mediados del s. V se produce el momento de mayor esplendor de la escultura griega: el clasicismo pleno, tanto en el número como en la calidad de las obras y sus autores. Es el siglo de Pericles que engrandece  la Atenas democrática, pero es también la etapa de autores universales como Mirón, Policleto y Fidias. Gracias a ellos la escultura se convirtió en la expresión más sublime del arte griego. La belleza de los cuerpos, la proporción de las formas, la agilidad de movimientos y la conquista de las expresiones, de acuerdo con los más profundos sentimientos, en consonancia con los ideales filosóficos platónicos, fueron algunos de los principales logros alcanzados a partir de entonces en la gran estatuaria.
Mirón de Eleutere cultivó exclusivamente la escultura en bronce. Su preocupación primordial fue la captación del movimiento instantáneo y su veraz reflejo en la composición, en las actitudes y en la anatomía. Se le han atribuido entre otras obras el grupo de Atenea y Marsias, esculturas de HérculesPerseo Apolo, y varias estatuas de atletas entre las que sobresale el célebre Discóbolo: el lanzador de disco. La escultura fija un tiempo sintético en el que pasado y futuro confluyen en un instante simétrico, creando una secuencia temporal o “ritmo”.
Policleto de Argos quiso reproducir en sus esculturas un modelo de realidad sin imperfecciones. Como el filósofo y matemático Pitágoras, que veía en el universo una armonía de números, Policleto creyó en una realidad superior basada en proporciones matemáticas. Escribió un tratado, el Canon, sobre las relaciones numéricas y la simetría o relación entre las partes del cuerpo humano para alcanzar sus proporciones ideales. Y encarnó su teoría en una escultura en bronce: el Doríforo, que conocemos por numerosas copias romanas en mármol. Es un  joven desnudo que lleva la pesada lanza heroica –dory- en su mano izquierda, doblando el brazo izquierdo por el codo, mientras el derecho cae relajado junto al cuerpo. La medida y ponderación de fuerzas diversas conlleva una precisa articulación del cuerpo atlético. En el Diadúmeno, el joven que se anuda sus cintas de atleta con ambos brazos extendidos, Policleto acentuó su preocupación por el cuerpo de belleza perfecta recurriendo a la mayor riqueza de movimientos y equilibrios de una figura en aspa.
Fidias fue el principal coordinador y supervisor de las obras del Partenón, donde se concentran sus mayores logros.
La estatua de Atenea Partenos, la escultura crosoelefantina de más de 12 metros de altura que presidía la cella del Partenón. Los tratadistas antiguos la celebraron como su obra más emblemática, que hoy conocemos a través de copias romanas muy deformadas. Fidias dirigió la decoración de las metopas, el friso interior y los frontones del templo, si bien en su mayoría fueron realizadas por los discípulos de su taller. En todas estas esculturas queda patente el genio del escultor, la exquisita armonía de sus figuras, sus composiciones equilibradas, el tratamiento de los cuerpos proporcionados, sus delicadas anatomías, sus formas elegantes y un rigor extremo en el tratamiento psicológico de los personajes que se aleja definitivamente de la inexpresividad severa para conseguir un sutil equilibrio espiritual. La perfecta plástica de las obras fidíacas queda ejemplarizada en el tratamiento especial de los paños, elemento que el utiliza con todo su caudal expresivo gracias a la técnica de los “paños mojados”. Tras caer en desgracia, se refugió en Olimpia donde realizó la célebre estatua de Zeus, considerada como una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Superado el momento de esplendor del clasicismo, durante el siglo IV aC. asistimos a un amaneramiento de las formas, la estilización de los cánones, la acentuación del movimiento y la pérdida de la ortodoxia en el equilibrio, armonía y proporción de las imágenes: el clasicismo tardío. El fenómeno es paralelo a la crisis de Atenas como consecuencia de la Guerra del Peloponeso, y por ende de los ideales platónicos, que son sustituidos por una visión más pragmática e individualizada del arte. La nueva estatuaria está reflejada a través de tres de sus artistas principales: Praxíteles, Scopas y Lisipo.
Praxíteles eligió como material preferente para sus creaciones el mármol, a través del cual expresa la gracia (charis) femenina y de la adolescencia. Es el escultor de la sensualidad contenida, buscada intencionadamente como contrapunto a la solemnidad del periodo anterior. Se considera obra salida directamente de sus manos el Hermes con Dioniso niño de Olimpia. De sus creaciones, inconfundibles por las curvas que describen las caderas de sus personajes (curva praxitélica), se conservan numerosas copias que gozaron de gran demanda en época romana.
Scopas, contemporáneo del anterior, logró reflejar en sus obras los estados del alma y las pasiones cuyos efectos se reflejan en los rostros y en las actitudes y movimientos de los personajes. A Scopas se le atribuye la conquista del pathos, el sentimiento expresado desde las cuencas profundas de los ojos de sus personajes y por medio de los giros violentos de sus cuerpos. Trabajó en el Artemisión de Éfeso y probablemente corrió a su cargo la dirección del mausoleo de Halicarnaso. Se le atribuye además la Ménade del Museo Albertinum de Dresde.
Lisipo siguió en la línea de los grandes broncistas, empleando este material casi exclusivamente en sus obras, la mayoría de las cuales fueron cuerpos de atletas en los que la vida y el movimiento se articulan con toda verosimilitud. Así sucede en su famoso Apoxiomeno, quitándose los restos de la competición, que evidencia la estilización de los cánones policléticos. Lisipo fue además el escultor predilecto de Alejandro Magno.
C)      La escultura helenística.
Al igual que sucedió en la época arcaica, la escultura de los siglos III al I aC. vuelve a ser el resultado de la producción de diferentes talleres, cada uno con peculiaridades propias. Como rasgos generales compartieron el gusto por la teatralidad, la composiciones piramidales, las actitudes desenfadadas y violentas en las que no se evitaron las torsiones y giros en espiral, las expresiones patéticas, los temas eróticos, etc. El afán permanente por acercarse lo más posible a la realidad condujo, en muchas ocasiones, a una exageración y barroquización de las formas e, incluso, la utilización del feísmo y de la decrepitud como medio para conseguir un impacto efectista. Se rompieron así el equilibrio y la armonía, imponiéndose un concepto de belleza concebido como imitación: mímesis de la realidad.
Las diferentes corrientes de este periodo se pueden estudiar a modo de escuelas:
-          La escuela clasicista. Centrada preferentemente en Ática a través de los continuadores de Praxíteles, Scopas y Lisipo. Tal vez las obras más significativas de este momento sean la célebre Venus de Milo y el Torso Belvedere de Apollonios.
-          La escuela de Pérgamo. Caracterizada por su enorme fuerza expresiva y teatral como podemos ver en sus esculturas de gálatas o en la decoración escultórica del Altar de Zeus.
-          La escuela de Rodas. Tendencia al colosalismo, como podemos ver en obras como la Victoria de Samotracia o el grupo escultórico de Laocoonte y sus hijos de una gran espectacularidad dramática, hasta el punto de ser considerada expresión universal del dolor.

-          La escuela de Alejandría. La carencia de mármol favoreció una estatuaria de género y adorno realizada frecuentemente en terracota, las tanagras. 

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